Crítica de ‘V de Vendetta’: De Alan Moore a la gran pantalla. ¿Una adaptación valiente o una traición al original?

He necesitado unos días para digerir ‘V de Vendetta’. Fui al estreno el viernes con el corazón dividido. Por un lado, la expectación de ver en pantalla una de las obras que, literalmente, definieron mi gusto por la narrativa gráfica. Por otro, el terror de la adaptación.

Y seamos claros: adaptar a Alan Moore es, de base, una traición. Él mismo lo dice, y reniega de cada fotograma. Con razón, en parte. Pero es que Alan Moore no escribe cómics; escribe artefactos literarios que usan el lenguaje del cómic para explotar. Sus guiones son manuales de instrucciones para crear mundos de una densidad apabullante.

‘V de Vendetta’, la obra original de Moore y David Lloyd nacida en los 80 en la revista Warrior, no era una simple historia de «héroe contra tiranía». Era una respuesta visceral, compleja y muy británica al Thatcherismo. Era un debate filosófico, casi un tratado, sobre la anarquía frente al fascismo. V, en el cómic, no es un héroe romántico. Es un personaje aterrador, ambiguo, manipulador y, a ratos, directamente cruel. No busca «inspirar» al pueblo; busca demoler el concepto de estado desde sus cimientos, y usa a Evey como un instrumento más en su experimento.

La película, escrita por los hermanos Wachowski (sí, los de ‘Matrix’) y dirigida por James McTeigue, toma una decisión desde el primer minuto: simplificar. Y, más concretamente, «americanizar» el conflicto.

Y aquí es donde la crítica se ha dividido. Muchos (especialmente los puristas del cómic) la están destrozando. Dicen que han cogido el anarquismo complejo y frío de Moore y lo han convertido en un «liberalismo» americano post-9/11. Que han cambiado el debate filosófico por un eslogan. Que han convertido a V de un terrorista ideológico a un héroe de acción romántico que se enamora de su protegida.

Y tienen razón. Todo eso es cierto. El V de la película quiere que el pueblo elija. El V del cómic desprecia al pueblo por haber elegido el fascismo en primer lugar. Son fundamentalmente distintos.

Pero, ¿sabéis qué? Me da igual. La película me ha parecido fascinante.

Lo que han hecho los Wachowski es una «traducción» de un medio a otro, y en el proceso, han actualizado el mensaje. Una adaptación literal del cómic de Moore habría sido una película incomprensible, densa y probablemente fallida para el gran público. Los Wachowski han sacrificado la pureza ideológica para salvar la potencia del mensaje.

La distopía del «Fuego Nórdico» de Moore, tan anclada en la política británica de los 80, se convierte aquí en una distopía global que nos resuena mucho más en 2006. Toca temas de control mediático (la «Voz de Londres»), de pánico moral, de miedo al terrorismo usado como arma política (el virus de St. Mary), de intolerancia religiosa y sexual… Temas que están ahora mismo en nuestros telediarios, en los discursos sobre la «Guerra contra el Terror» y el Patriot Act. Es una adaptación valiente, precisamente porque se atreve a cambiar el contexto para preservar la idea central: cómo el miedo nos lleva a renunciar a la libertad.

Y luego está el casting, que para mí es un triunfo personal. Tener a dos de mis tótems en la misma película es un regalo. Natalie Portman (Evey) carga con el peso emocional de la historia. Es nuestros ojos. Vemos su viaje del miedo a la sumisión, y de ahí a la rabia y la liberación. Su transformación es el verdadero arco de la película, y la secuencia de su «liberación» (la historia de Valerie, la lluvia en la azotea) es de una potencia visual y emocional que te rompe por dentro. Es un bautismo.

Y qué decir de Hugo Weaving (V). Es la otra gran decisión valiente: un protagonista que no se quita la máscara. Jamás. Weaving (nuestro Agente Smith) tiene que actuar solo con la voz y el lenguaje corporal. Y lo clava. DOTA a esa máscara hierática de ironía, de dolor, de furia y de ternura. Cada inflexión de su voz (esa aliteración en el Discurso del Destino) es una lección de interpretación. Consigue que un trozo de porcelana sonriente parezca amenazador, triste o triunfante. Es una interpretación magistral que se apoya en la dicción y la pausa.

‘V de Vendetta’ (la película) no es ‘V de Vendetta’ (el cómic). No lo pretende, y si lo pretendiera, fracasaría. Es una obra distinta. Es más accesible, sí. Más «Hollywood», por supuesto. Pero es un blockbuster que cita a Shakespeare, que tiene debates ideológicos en prime time y que confía en que el público es lo suficientemente inteligente como para seguir una trama política compleja. Prefiero mil veces esta «traición» inteligente que una adaptación mediocre y cobarde.

¿Es una traición al original? Probablemente. ¿Es una de las películas más inteligentes, valientes y necesarias que se han estrenado en mucho tiempo? Sin la menor duda.