iPhone que te quiero iPhone

Llevo tres días intentando procesar lo que vi el pasado 9 de enero. Llevo tres días viendo la keynote de Steve Jobs en bucle.

Y solo puedo decir una cosa: Quiero uno. YA.

Se acabó. El resto de la industria puede ir cerrando. Nokia, Motorola, Sony Ericsson… no saben la que se les viene encima.

He visto, sin exagerar, la mejor presentación de producto que he visto en mi vida. El «campo de distorsión de la realidad» de Jobs estaba a niveles que rozaban la brujería.

Empezó bromeando: «Hoy vamos a presentar tres productos revolucionarios. El primero es un iPod con pantalla táctil. El segundo es un teléfono móvil revolucionario. Y el tercero es un dispositivo de comunicación por Internet que rompe con todo».

Y lo repitió. «Un iPod… un teléfono… un navegador de Internet».

Y el público aplaudía.

«Un iPod… un teléfono…».

Y de repente, se hizo el silencio. Y soltó la bomba.

«¿Lo pilláis? No son tres dispositivos separados. Es un solo dispositivo. Y lo hemos llamado… iPhone».

He visto el futuro.

No es el teléfono. No es el iPod. Es la interfaz. Es verle deslizar el dedo para desbloquear. «Slide to unlock». Es verle pellizcar una foto para ampliarla, como si fuera lo más natural del mundo. Es verle hacer scroll en una lista y que rebote al llegar al final. Es ver, por primera vez, una página web (¡una web de verdad, no una basura WAP!) en la palma de la mano.

El resto de la industria está ahora mismo vendiendo teléfonos con un millón de botones de plástico. Apple acaba de presentar un teléfono con un solo botón.

Es el futuro. No tengo ni la más mínima duda.

Ahora, la realidad: el precio. 499 dólares (en Estados Unidos, con contrato con Cingular, que aquí ni olemos). Es una absoluta barbaridad. Se me va de presupuesto de una forma insultante.

Tardaré años en tener uno. Pero me da igual. Ayer vi el futuro, y tiene forma de rectángulo de cristal.