Vale, voy a empezar con una confesión que, probablemente, invalide todo lo que voy a escribir a continuación: No he visto ‘Los Soprano’. Me flipa «el Padrino», me subyuga «Uno de los nuestros» pero de los Soprano…
Nunca. Ni un capítulo.
Sé quién es Tony, más o menos. Sé que hay patos en una piscina. Y ya. Para mí, ‘Los Soprano’ es esa serie de la que Javi y Fer, dos de mis mejores amigos, no paran de dar el coñazo desde hace años.
Dicho esto: es imposible escapar.
Desde hace 48 horas, Internet ha explotado. El mundo ha explotado. Javi y Fer están en un estado catatónico-analítico del que dudo que salgan. Y todo por un «corte a negro».
Ayer fue el final. El final de LA serie. La que, según dicen todos los que saben (y mis amigos, que saben), lo cambió todo. Y por lo que he conseguido sonsacarles entre teorías conspiranoicas y análisis frame-a-frame de un aro de cebolla, la cosa fue así:
Tony. Familia. Restaurante. Suena ‘Don’t Stop Believin» de Journey (una elección musical que, por sí sola, ya da para tesis doctoral, por lo visto). La hija aparcando. Mirada. Fundido.
Negro.
Silencio.
Silencio de diez segundos.
Y luego créditos.
La primera reacción, según me cuentan, fue de pánico colectivo. «¿Se ha roto el cable? ¿Ha petado el deco de la HBO? ¿Se ha ido la luz en todo el país?».
Y la segunda reacción, la que ha convertido esto en una bomba de neutrones cultural, es la gran pregunta: ¿Qué acaba de pasar?
Es fascinante estar fuera de esta liturgia colectiva. Veo los foros y los blogs (los que no se han caído) y la gente está… rota. Dividida. Hay quien dice que es la mayor genialidad de la historia de la televisión (un final abierto que te obliga a tia decidir) y quien dice que es la mayor tomadura de pelo (David Chase riéndose de millones de personas).
¿Están muertos? ¿No están muertos? ¿La escena significa que la vida sigue, con esa amenaza constante? ¿Es una metáfora del Purgatorio? (He leído esto último de verdad).
En fin, que no me he enterado de nada, pero me he enterado de todo. Es imposible no admirar el poder de una historia capaz de generar esto. Capaz de hacer que el no-final sea más comentado que cualquier final posible.
Supongo que algún día la veré. Y cuando llegue a ese restaurante dentro de… no sé, ¿siete años?, quizá entienda qué demonios celebraban (o lloraban) Javi y Fer.
Ahora, si me disculpáis, voy a llamarles. Necesito que me confirmen si el aro de cebolla era, efectivamente, el alma de Tony.


