Monstruoso

Primero, seamos brutalmente honestos: no soy fan del found footage. En absoluto. ‘El Proyecto de la Bruja de Blair’, en su día, me dejó… «meeeeh». Me pareció una idea ingeniosa estirada hasta el aburrimiento, y siempre he tenido la sensación de que el «metraje encontrado» es, en el fondo, un subterfugio. Una excusa para hacer las cosas baratas, para no enseñar, para suplir la falta de presupuesto con una cámara temblorosa.

Entré al cine a ver ‘Cloverfield’ con ese escepticismo. Entré esperando odiarla, marearme y salir despotricando del (brillante, eso sí) marketing viral de J.J. Abrams.

Y salí fascinado.

‘Cloverfield’ me ha gustado. Y me ha gustado mucho.

Entiendo perfectamente a la gente que la odia. Entiendo al que dice que marea (marea, y mucho). Entiendo al que dice que esto no es cine, que es una atracción de feria. Pero no estoy de acuerdo. O, mejor dicho, no estoy de acuerdo en que eso sea algo malo.

‘Cloverfield’ no es ‘La Bruja de Blair’. ‘La Bruja de Blair’ era barata y lo parecía. ‘Cloverfield’ es una superproducción de Hollywood que finge ser barata, y esa es la genialidad. Es un ejercicio de inmersión que no había visto nunca. Es la primera película que entiende que, si un monstruo gigante ataca tu ciudad, no vas a tener un plano general bonito con la música de John Williams. Vas a tener caos, gritos, humo y una cámara que no enfoca nada.

La película es la cámara. La decisión de contarlo todo a través del objetivo de un civil (un tipo bastante pijo en una fiesta, para más señas) es lo que la eleva. No es un subterfugio para ahorrar dinero; es una decisión narrativa que te mete en el pánico. Es, probablemente, lo más cerca que el cine ha estado de transmitir el caos y la desorientación a nivel de suelo de un 11-S, pero con un Kaiju.

El sonido es espectacular. Los efectos visuales, cuando se dejan ver, son increíbles. Y el misterio… funciona.

No, no es cine clásico. No es ‘Todos los hombres del presidente’ (ni lo pretende). Es una montaña rusa. Es una casa del terror de 100 millones de dólares. Y como tal, es impecable. Ha conseguido que un género que yo despreciaba me parezca, de repente, una herramienta narrativa potentísima.

No sé qué vendrá después de esto. No sé si J.J. Abrams tiene un plan, o si esto ha sido solo un (brillante) ejercicio de estilo. Pero me da igual. Han reinventado el cine de monstruos. Y yo, que entré con los brazos cruzados, salí aplaudiendo.