Hay que aplaudir a J.J. Abrams. Cuando el resto de Hollywood se empeña en secuelas que son «lo mismo pero más grande», él va y se saca de la manga una «secuela espiritual» que no tiene absolutamente nada que ver con la original. Y que, me atrevo a decirlo, es incluso mejor.
Fui al cine a ver ‘Avenida Cloverfield 10’ con mi mujer, que no había visto ‘Monstruoso’ (ni falta que le hace). Yo iba con la guardia alta, esperando un cameo del bicho, un guiño, una cámara temblorosa… Y me encontré con algo mucho más aterrador: un thriller psicológico de tres personajes en un búnker.Y me lo pasé como un enano. Ella también.
La película es un ejercicio de tensión magistral. Es, básicamente, una obra de teatro filmada con un pulso increíble. Durante el 90% del metraje, el monstruo no es un Kaiju del espacio exterior; el monstruo es John Goodman. Y qué monstruo. Su personaje, Howard, es uno de los villanos/salvadores más aterradores, patéticos y fascinantes que he visto en mucho tiempo. Es un tipo que te da un plato de comida y te canta una canción en la gramola, y cinco minutos después te está gritando sobre un barril de ácido perclórico.Pero lo que de verdad eleva la película es esa premisa que tanto me fascina: el terror ambiguo. Es un subgénero que bebe directamente de la paranoia. ¿El verdadero peligro está fuera o dentro?’Avenida Cloverfield 10′ juega en la misma liga que algunas de mis películas favoritas de «encierro y paranoia». La referencia más obvia que me vino a la cabeza es ‘El Bosque’ (The Village) de Shyamalan: una comunidad aislada del «terror exterior» que quizá no sea tal. O ‘La Niebla’ (The Mist), donde los monstruos de fuera son terribles, pero los monstruos de dentro (la beata de turno) son peores.Incluso me recordó a ‘Take Shelter’ (2011), esa joya de Jeff Nichols donde Michael Shannon no sabe si sus visiones del apocalipsis son reales o si se está volviendo loco, y arrastra a su familia a un refugio.’Avenida Cloverfield 10′ coge todos esos tropos y los destila. ¿Ha habido un ataque? ¿Químico? ¿Alienígena? ¿O es Howard un secuestrador que se ha inventado una excusa brillante? La película te obliga a dudar de todo, y lo hace de maravilla. Vemos el mundo a través de los ojos de Mary Elizabeth Winstead, y su pánico es el nuestro.Es una jugada maestra. Han usado el «nombre» de Cloverfield para vendernos un thriller claustrofóbico de bajo presupuesto que, de otra manera, habría pasado desapercibido. Y al final, cuando conecta (y vaya si conecta), el aplauso es doble.Una secuela que no lo es, y que es mejor que la original. Quién lo iba a decir.


