Artemisa y el fantasma del segundo libro

Acabo de terminar «Artemisa», el segundo libro de Andy Weir.

Vamos a ser sinceros. Cuando un autor empieza su carrera con algo como «El Marciano», la expectación para lo que venga después no es alta, es lo siguiente. Es una presión injusta. «El Marciano» fue un libro que, como ya conté, no debería haber funcionado y que fue tan bueno que, en cuanto llegué a la última página, volví a la primera y lo empecé de nuevo. Ese es el listón.

Así que, con esa mochila cargada de expectación, me he lanzado a «Artemisa».

¿Me ha pasado lo mismo? ¿He sentido ese impulso irrefrenable de volver a empezar nada más terminarlo?

No.

Y es lo mejor que le podía pasar al libro. «Artemisa» no es «El Marciano 2». Es otra cosa. Y me ha gustado.

Andy Weir ha conseguido superar la barrera más difícil, la del segundo libro. Ha salido completamente de su zona de confort (un tipo solo en un planeta) para contarnos una historia muy diferente: un thriller de robos en la primera y única ciudad de la Luna.

La protagonista, Jazz Bashara, no tiene nada que ver con Mark Watney. No es una heroína impecable; es una pequeña delincuente, una sabelotodo que vive al día en el único lugar que conoce. Y la historia es justo eso, una historia de robos, conspiraciones y economía lunar que te atrapa, pero de otra manera. Sigue teniendo esa base científica y técnica marca de la casa (Weir no puede evitar explicarte cómo funciona la fundición de aluminio en la Luna), pero esta vez está al servicio de una trama más «terrenal», por irónico que suene.

Es una historia muy interesante. Es entretenida, está bien pensada y te hace pasar un rato estupendo imaginando cómo sería vivir en esa cúpula de metal y roca.

No, no es «El Marciano». No tiene esa sensación de descubrimiento único. Pero es una novela fantástica, que demuestra que hay un autor con muchas historias que contar, y no solo un autor de un solo libro. Weir ha roto la maldición.