Watchmen (la serie): Es lo jod******* mejor que he visto en décadas.

(Aviso: este artículo no es una crítica, es una catarsis. Está escrito nada más ver el último episodio y tiene, literalmente, todos los spoilers. Si no la has visto, no sigas leyendo. En serio, hazte ese favor, abre la app de HBO y vuelve después).

No sé ni cómo empezar. Acaban de saltar los créditos del último episodio y sigo temblando.

Voy a decirlo ya, sin anestesia: ‘Watchmen’ de Damon Lindelof es, probablemente, la mejor serie de televisión que he visto en las últimas dos décadas. Y no es una hipérbole de fan. Es la constatación de haber visto algo que no creía posible.

Defendí en su día la película de Snyder. Me pareció un ejercicio de estilo brutal y una adaptación de una fidelidad casi demencial (y necesaria). Me gustó. Pero esto… esto no tiene nada que ver. Si la película de Snyder era un calco asombroso, la serie de Lindelof es un eco perfecto. Es una secuela espiritual que se atreve a coger la obra más sagrada e intocable de la historia del cómic y, en lugar de profanarla, la expande. La honra. Le da un nuevo significado 30 años después.

Es una serie que no debería existir, y mucho menos funcionar. Una secuela de ‘Watchmen’ sin Alan Moore, que coge los tropos del original y los usa para hablar de la América de hoy. De la supremacía blanca, del trauma generacional, de la policía, del poder y de la identidad. Lo que hace esta serie con la masacre de Tulsa (algo que yo, en mi ignorancia, desconocía por completo) y cómo lo hila con el trauma de un pueblo y el origen de los superhéroes… es para quitarse el sombrero.

Todo. La estructura narrativa. El episodio de «Hooded Justice» contado a través de las «Memorias de Nostalgia». ¡El episodio centrado enteramente en Looking Glass! ¡EL EPISODIO DE ADRIAN VEIDT! Ese «Estoy en el juicio… ¡Y YO SOY EL TESTIGO!» es historia de la televisión. Y por supuesto, el episodio 6, «This Extraordinary Being», que es una de las horas de televisión más perfectas, desgarradoras y valientes que he visto jamás.

Y el final. Ese final. La redención de Veidt (a su manera). El monólogo de Manhattan. La transferencia de poder… o no. Ese último plano de Angela Abar, con el huevo, la piscina y ese corte a negro antes de saber si toca el agua… Es brillante. Es el final perfecto. Es ‘Watchmen’ puro. Ambigüedad, fe y una pregunta que te deja roto.

Ya lo he dicho en el blog alguna vez: ‘Friends’ es mi lugar seguro. La serie que pongo en bucle y veo una y otra vez. Pues bien, ‘Watchmen’ se acaba de convertir en mi ‘Friends’ de drama. Esta es una serie que sé que voy a ver, al menos, una vez al año. Para paladearla, para encontrar los cientos de detalles que sé que me he perdido (el ‘American Hero Story’, las referencias, todo…).

Quiero una segunda temporada con todas mis fuerzas. La necesito. Pero al mismo tiempo, sé que no va a llegar. Lindelof ha sido claro: la historia está contada. Y tiene razón. Es una temporada perfecta, redonda, cerrada. Tocarla sería un error.

Qué espectáculo. Qué barbaridad de guion, de música (¡Trent Reznor y Atticus Ross!), de interpretaciones (¡Jean Smart! ¡Jeremy Irons! ¡Y REGINA KING, por dios!).

Qué lástima que esta obra maestra vaya a llegar a tan poca gente. Qué lástima que muchos no se acerquen por pereza, por pensar que «no es el cómic» o porque simplemente no es ‘Juego de Tronos’. No saben lo que se pierden.

Acabo de ver algo histórico. Y ahora, si me disculpáis, creo que voy a empezar a verla otra vez.