Proyecto Hail Mary de Andy Weir

Lo he hecho otra vez. Me ha vuelto a pasar.

Anoche empecé «Proyecto Hail Mary», el tercer libro de Andy Weir. Y esta mañana, sin apenas dormir, lo he terminado. Lo he leído de una sola sentada. No podía parar. No podía soltarlo.

Cuando escribí sobre «El Marciano», dije que era un libro que no debería existir. Que era tan denso en ciencia y tecnicismos que debería haber sido ilegible, pero que, por alguna magia extraña, era adictivo. Luego vino «Artemisa», que me gustó y que demostró que Weir podía hacer otras cosas.

Pero esto. «Proyecto Hail Mary» es… «El Marciano». Es esa sensación otra vez, multiplicada. Me ha gustado tanto como aquel, y sin duda más que «Artemisa».

Este libro tampoco debería funcionar. La cantidad de astrofísica, biología especulativa y pura ingeniería que Weir te lanza a la cara es abrumadora. Pero no importa. Lo entiendes, o al menos crees que lo entiendes, y solo quieres más.

La estructura es otro de esos «errores» que son un acierto total. La historia no es lineal. Empezamos sin saber nada, y a través de flashbacks constantes vamos recomponiendo el puzle. Lejos de cortar el ritmo, esa forma de contarlo es lo que te mantiene pegado a la página, necesitando saber la siguiente pieza. Es una decisión narrativa brillante.

Y el final.

Sin hacer ni un solo spoiler. El final no es el final feliz que te esperarías. No es el final canon de Hollywood. Es un final… diferente. Y para mí, es increíblemente feliz. Es el final perfecto para esta historia, coherente, valiente y, a su manera, más satisfactorio que cualquier atardecer de película.

Andy Weir lo ha vuelto a hacer. Ha escrito un libro que no deberías poder leer tan rápido, y que es imposible leer de otra forma.