Un Poco de Historia (y unas cuantas mudanzas)

Kotaraxia es la tercera encarnación del blog personal de Iván San Martín, una aventura que comenzó el 26 de julio de 2005. A lo largo de estos casi veinte años, ha pasado por tres dominios y varias plataformas, consolidándose, esperemos, en este espacio.

Todo empezó en Blogger. Al poco tiempo, impulsado por una fascinación que no viene al caso —pero que se puede resumir en mi obsesión con «La naranja mecánica»—, compré el dominio ourang.net. De hecho, en aquel dominio lucía un subtítulo que hoy me provoca, sin duda, vergüenza ajena y propia:

Teníamos los bolsillos llenos de dengo, de modo que no había verdadera necesidad de crastar un poco más, de tolchocar a algún anciano cheloveco en un callejón, y videarlo nadando en sangre mientras contábamos el botín y lo dividíamos por cuatro.

Estuve con Movable Type hasta que se pegaron aquel tiro en el pie, momento en el que, como casi todo el mundo, di el salto a WordPress. Allí le instalé un tema increíble que me cedió Manu Contreras y que me encantaba (tenéis fotos históricas más abajo).

Más tarde, cansado de deletrear ourang.net, me mudé a ivansanmartin.com, donde residí durante más tiempo. Hace unos meses, después de una larga temporada sin escribir, decidí regalarle el dominio a mi homónimo ilustrador y, casualmente, antiguo compañero de colegio.

Pero la cabra siempre tira al monte. Y no quiero que todo este contenido, que sé que no lee nadie, se pierda como lágrimas en la lluvia. En definitiva, aunque nadie lo lea, este blog es mi forma de guardar reflexiones y cosas que me interesan, así como de tener un registro de mi evolución a lo largo de estos últimos 20 años. No me he traído todo he dejado atrás cientos de entradas de las de aquella época que eran poco menos que tweets diciendo que habías visto algo o enlazado algo que habías visto en otro sitio. Pero a pesar de la limpieza sigue pareciendo mi casa.

Kotaraxia: Mi Refugio Personal

Este rincón, Kotaraxia, está dedicado a todo aquello que me apetece explorar sin ataduras: divagaciones, artículos que publico en otros sitios y reflexiones que no encajan en ningún otro lugar. Es mi espacio para el caos creativo y las ideas en bruto.

Para proyectos profesionales, colaboraciones o cualquier asunto que requiera la seriedad del día a día, el camino es sanmartin.me. Gracias por pasarte.

Porqué Kotaraxia

Uno podría, en un alarde de simplicidad casi pastoral, contentarse con el ideal estoico de la ataraxia, esa imperturbabilidad del ánimo tan celebrada por mentes que temen la fricción del pensamiento. Sin embargo, una sensibilidad verdaderamente inquisitiva comprende que la quietud no es más que un páramo intelectual. La verdadera génesis creativa reside, por el contrario, en la taraxia, en esa agitación primordial, en esa bendita turbulencia que precede a toda idea relevante. A esta matriz helénica del caos fértil, se le superpone un concepto oriental de una sutileza, por supuesto, mayor: el kotodama (言霊), la creencia ontológica en la palabra como fuerza demiúrgica, como vibración capaz de dar forma a la realidad. Por tanto, Kotaraxia no es una mera ocurrencia fonética, sino la síntesis dialéctica inevitable: la manifestación de esa turbulencia esencial (taraxia) a través del único vehículo capaz de articularla con intención, la palabra (koto). Es, en definitiva, la agitación logocéntrica; un concepto, me temo, reservado para quienes entienden que el pensamiento no es un estado de paz, sino una forma de disrupción.

Claro que todo lo que acabas de leer es una elaborada y pomposa mentira. La realidad es mucho más prosaica: tras pasarme horas buscando dominios para palabras como Numen, Kairós, Ataraxia o Kotodama y descubrir que estaban todos, absolutamente todos, registrados desde el Cretácico, mi única opción viable era inventarme algo. Y ya que estamos en la era del storytelling y del postureo absoluto, donde la narrativa cotiza más que la autenticidad, decidí que si iba a inventar una palabra, al menos le crearía un pedigrí a la altura. El párrafo de arriba es el resultado; un pequeño monumento a la pretenciosidad que funciona porque, seamos sinceros, casi nadie llega a leer el segundo párrafo de una página «Sobre mí». Si tú lo has hecho, enhorabuena, ya formas parte del secreto. Ahora has quedado increíble tú también.

Hace mucho tiempo