Contorsionismo ideológico

Cada uno hace con su dinero lo que quiere. Ser de izquierdas no significa ser pobre. Fui votante de Podemos.

Es importante dejar claras estas tres cosas porque son alegatos habituales en las forzadas y victimistas explicaciones que están dando desde el partido para justificar lo injustificable. Luego volveré sobre las tres afirmaciones.

La compra de la nueva casa de Pablo Iglesias e Irene Montero es una noticia catastrófica. En primer lugar, para ellos. Ya carecen de toda catadura moral para cualquier acto político en el que pretendan representar a la clase trabajadora. Porque una noticia que, en principio, debería ser de índole puramente personal se convierta en el centro del debate político es malo.

¿Es una persecución, como ellos argumentan? Hay una parte de verdad. Desde la misma fundación de Podemos hay un deseo, por parte de los medios de la caverna, de criticar cada paso de la formación pidiendo explicaciones que no se piden al PP ni a Ciudadanos. Pero si uno de los cimientos del partido que ellos han creado es hablar sobre las propiedades igual de privadas de “la casta”, es normal que acabe volviéndose en su contra si muestran síntomas de la misma enfermedad.

Una de las máximas que jalonaron la fundación del partido era no aprovecharse de la vida pública. Pablo Iglesias se cansó de repetir en televisión que su sueldo en la Complutense no llegaba a los mil euros. Por tanto, difícilmente podría haberse comprado esa casa hace cinco años. Es, por tanto, su labor como político la que ha ejercido el cambio definitivo en su vida, permitiéndole afrontar ese gasto. Está, por tanto —no veo posibilidad de discusión—, aprovechándose de su condición de político y, por tanto, convirtiéndose en casta.

Es una noticia terrible también para Podemos. La compra divide a sus bases ante la terrible decisión del “yo o el caos”, que tanto gusta a Iglesias, lo cual me parece cualquier cosa menos democrático.

Me enfrento al voto, pero si el vencedor de esa batalla electoral no soy yo, me voy. No me quedo arrimando el hombro y ayudando al elegido por las bases. Yo solo estoy aquí para llevaros a la tierra prometida.

Difícilmente pueda Podemos ganar algún voto después de la compra del chalet. Ya decía en otra entrada, tiempo atrás, que creía que Podemos había alcanzado su techo electoral. Esto no hace sino reforzar mi creencia.

Es horrorosa, una vez más, para el votante de izquierdas. Es desalentador para todos los que piensan que el poder corrompe independientemente del color político, y que todos se aprovechan del sillón. Les da verosimilitud a ese tipo de pensamientos y nos lleva, a los que un día creímos que eso no era cierto, a la desesperanza de no encontrar ya unas siglas que representen nuestras ideas. Nos aleja de las urnas. Y una izquierda desmovilizada es mayoría absoluta para la derecha.

Además, echan cal sobre el terreno que pisan. Si mañana un nuevo partido de izquierdas intentara construir un discurso similar, apostando por una verdadera izquierda y por políticos al servicio de los ciudadanos y no de sus propios intereses, tendría mucha menos credibilidad ahora que hemos constatado —Monederos, Rufiánes, Iglesias y Monteros mediante— que con la hipoteca se te cura el comunismo, como decía el Rancius.

Lo peor es que parece que la noticia solo puede ir a peor. Habrá que ver cómo acaba el ultimátum que la pareja ha echado a las bases y habrá que ver si la hipoteca no da un poco más de sí. Montero e Iglesias ganan entre los dos 4.400 € si es que están cumpliendo el pacto de ganar “solo” tres salarios mínimos; esto es, 2.200 € cada uno. El banco les ha concedido una hipoteca por la que pagarán entre los dos 1.900 €, con un ratio de endeudamiento del 43%, superior al aceptado por la mayoría de entidades bancarias. Pero lo peor es que el banco les ha firmado una hipoteca a 30 años. Si también piensan cumplir su propia autolimitación de dos legislaturas, serían unos trabajadores eventuales cuyos contratos cumplirían dentro de seis años. ¿Sabe el banco ya los ingresos recurrentes que van a tener cuando dejen de ser diputados? ¿Lo saben ellos? ¿Están ya haciendo cola para alguna puerta giratoria?

Volviendo a las tres afirmaciones del principio y para terminar:

Cada uno hace con su dinero lo que quiere.

Sí, pero si en tu ascensión a los cielos de la clase política fuiste criticando a todos los que gastaban su dinero en lo que querían y fiscalizando a todo el mundo, es normal que a ti te exijan lo mismo. De hecho, yo, como votante de izquierdas, le exijo más de lo que le exigiría a Rajoy, por ejemplo.

Ser de izquierdas no significa ser pobre.

Por supuesto. Es una de las críticas más absurdas de siempre de la derecha: la presuposición de que, por ser de izquierdas, todos tenemos que vivir debajo de un puente. Pero sí queremos un reparto más equitativo de las riquezas, al contrario que quienes apuestan por el capitalismo salvaje.

Pero Iglesias fue el primero que utilizó ese discurso para buscar la simpatía de la clase obrera, solazándose en que la única forma de ser un político digno y representante del pueblo era desde la pobreza. Enseñando a Ana Rosa el piso de su abuela, en el que, por lo visto, ya no vivía en aquel momento. Diciendo que los políticos que se iban a vivir a las zonas nobles y no cogían el metro se alejaban de los problemas de los ciudadanos. Si afirmas eso y solo tres años después ya estás haciendo lo mismo, eres un hipócrita, y conviertes la dialéctica anterior a la compra en populismo demagógico, no en creencias reales. En tiempo récord, además.

Soy votante de Podemos.

Dado que el estado actual de la cuestión es que, si no entiendes la lógica detrás de la compra de la casa, es porque eres un perro tirado por el collar de la derecha, está bien aclararlo. También diré, para dejar claro que, si tengo cierta antipatía por el personaje, nunca he votado por Pablo Iglesias. He votado a Podemos a pesar de Iglesias.

Primero voté a Podemos porque el partido en el que confiaba que regeneraría la izquierda, Equo, decidió unirse a sus filas. Y en las últimas elecciones porque la única persona en la que veía reflejado mi ideario —ya tampoco— era Alberto Garzón, también representado en ese momento por esa papeleta.

No estoy en contra de Podemos. Me habría encantado que hubieran consumado su asalto a la Moncloa devolviendo, como prometían, el poder al pueblo. Pero les dimos el poder para dinamitar el sistema desde dentro, y una vez que estaban dentro vieron lo cómodos que eran los sillones y decidieron quedarse.