Elefantes

Hay grupos que uno atesora en silencio. Elefantes es uno de esos grupos. La primera vez que los escuché fue con aquel single Azul, que sonó mucho en las radiofórmulas de la época. Venían apadrinados por Bunbury y, como era mi rey Midas particular, todo lo que él tocaba a mí me parecía oro, aunque aquel disco de Azul no me gustó demasiado más allá del single.

Pero después llegó La forma de mover tus manos, en el que ya empezaban a tener el sonido particular que me ha acompañado durante estos quince años. Sin duda, tengo cierta fijación por los cantantes histriónicos y engolados. Continuarían con Somos nubes blancas, en el que no hay una sola de las doce canciones que no me parezcan maravillosas. Pero, sin que nadie lo esperara, se separaron, dejándonos Gracias como legado final.

Afortunadamente, después de la poco interesante carrera de Shuarma en solitario, decidieron volver con El rinocerontey esa increíble primera canción, Aún más alto, como reconocimiento de su intención de llegar a ese lugar en la música española que no habían conseguido en su primera etapa. Después vino Nueve canciones de amor y una de esperanza, que nos trajo su reconciliación con Bunbury y es uno de esos pocos discos que tenemos en común mi mujer y yo. Podemos escucharlo sin parar y sin quejarnos del respectivo gusto musical del otro.

Ahora, hace un par de semanas, ha llegado La primera luz del día, su mejor disco y otro que ha venido para quedarse en esa Banda Sonora Personal tan reducida que compartimos mi mujer y yo. Es un disco estratosférico que se abre con un precioso tema instrumental que enlaza con una genial Donde haya silencio.

Atesoro a Elefantes en silencio porque es un grupo que nunca sale a colación en ninguna conversación sobre música española, donde siempre se repiten los sospechosos habituales: Izal, Vetusta Morla, Love of Lesbian y demás. No son lo suficientemente comerciales para sonar en los medios de comunicación tradicionales o en las emisoras musicales más mainstream, ni lo suficientemente indies para los circuitos habituales de festivales o para presumir de ser el primero en descubrirlos. Están a medio camino de todo y de nada, pero, de momento, a mí me han dejado una lista de canciones inolvidable.

Ojalá sigan trayéndonos discos como este: sin ninguna repercusión, pero con muchísimo poso para los que los degustamos en la intimidad.