Salgo del cine. Llevo esperando este momento, literalmente, décadas. Y lo primero que pienso es: lo ha hecho. Zack Snyder lo ha conseguido.
Vamos a poner las cartas sobre la mesa: ‘Watchmen’ no es un cómic, es EL cómic. Si hace un par de años defendía ‘V de Vendetta‘ como una gran película, ‘Watchmen’ (la novela gráfica de Moore y Gibbons) juega en una liga completamente diferente. Es, de largo, mi cómic favorito. La obra que me demostró que este medio podía contar historias con una complejidad literaria que superaba a la mayoría de novelas. ‘V’ era una tesis política; ‘Watchmen’ es una disección psicológica, un tratado sobre la física cuántica, un misterio noir y una deconstrucción total del arquetipo del superhéroe. Es la obra que gritó al mundo que los cómics no eran solo para niños.
Por eso, el miedo era inmenso. Esta no es una historia que se pueda «adaptar» sin más. Llevábamos años oyendo hablar del proyecto maldito, del ‘Watchmen’ de Terry Gilliam que él mismo abandonó por considerarlo «inadaptable». Y por eso, las críticas que estoy leyendo estos días son furibundas. Que si es un calco sin alma, que si es esclava de la viñeta, que si no entiende el material original, que si es un ejercicio de estilo hueco…
Pues discrepo. Discrepo profunda y absolutamente.
Lo que Snyder hizo en ‘300’ (que me gustó, pero que era un ejercicio de estilo más simple) aquí lo eleva a la categoría de arte. ‘Watchmen’ necesitaba ser una adaptación casi viñeta a viñeta. Los críticos que atacan esta «literalidad» no entienden el cómic. No entienden que la composición de 9 viñetas de Gibbons, las transiciones visuales (la chapa en Marte, la silueta en la pared), los detalles de fondo que cuentan historias secundarias… todo eso es la narración. No es un capricho estético, es el núcleo de la obra.
Un paréntesis: Sobre el formalismo de ‘Watchmen’
Lo que los críticos llaman «esclavitud» yo lo llamo «comprensión». La genialidad de ‘Watchmen’ reside en su formalismo. Moore y Gibbons se autoimpusieron la rejilla de nueve viñetas como una estructura casi carcelaria. La historia no solo se cuenta en las viñetas, sino entre ellas. Las transiciones, las rimas visuales (el smiley, el smack de Rorschach contra el muro, el smack del Comediante), el capítulo central («Temible Simetría») que es un palíndromo visual… todo eso es inseparable del contenido.
Snyder es el primer director que entiendo que no tiene que «interpretar» a Moore; tiene que «traducirlo» visualmente con el máximo respeto. Porque la «interpretación» ya la hizo Moore. El trabajo del director aquí era ser el mejor traductor posible. Y eso es lo que hace.
Los títulos de crédito iniciales, con la música de Bob Dylan («The Times They Are A-Changin'»), son una de las mejores piezas de cine que he visto en años. Una cápsula de historia alternativa perfecta. En cinco minutos, Snyder nos cuenta 50 años de historia que no están en la trama principal, pero que son el cimiento del mundo. Vemos al Comediante asesinando a JFK, vemos a los Minutemen originales, vemos cómo este mundo se desvió del nuestro. Es una clase magistral de narrativa visual, que hace el trabajo que en el cómic hacían los apéndices de «Bajo la Capucha».
Ver a Rorschach cobrar vida (qué acierto de Jackie Earle Haley, su voz, su movimiento) es como si se hubiera salido de la página. Ver al Comediante de Jeffrey Dean Morgan, cínico y brutal. Ver al Dr. Manhattan, impasible y divino. Sí, es denso. Sí, es largo. Sí, es violento y explícito (quizá Snyder se pasa un poco con la estilización de la violencia, pero es su firma). ¡Pero es que el cómic es así!
El elefante en la habitación: Hablemos del final
(Aviso: Spoilers, obviamente)
Vale, aquí es donde Snyder (y los guionistas David Hayter y Alex Tse) se desvían. No hay calamar gigante. En su lugar, Ozymandias culpa al Dr. Manhattan de la destrucción de las ciudades, unificando al mundo contra un enemigo común «divino» en lugar de uno «alienígena».
¿Es una traición? Lo entiendo. El calamar era el Deus ex Machina definitivo, un golpe de genio absurdo y lovecraftiano por parte de Moore. Pero siendo honestos: ¿habría funcionado en pantalla? ¿Un calamar psíquico gigante apareciendo de la nada en los últimos 20 minutos de una película hiperrealista (dentro de lo que cabe)? Lo dudo.
El cambio es inteligente. Simplifica la trama, pero mantiene el núcleo temático: la «mentira piadosa» de Veidt para salvar el mundo. Cambia el cómo, pero respeta el por qué. Sigue siendo la misma pregunta moral. Para mí, es una traducción cinematográfica válida, y quizás, me atrevo a decir, necesaria.
Conclusión
No es una película para quien no haya leído el cómic, probablemente. No es para el público que espera un ‘Iron Man’. Pero para los que lo hemos releído hasta desgastarlo, esto es un regalo. Es un acto de amor friki de un director que ha tenido el valor de no «reinventar» la obra, sino de poner toda la técnica moderna al servicio de ella.
Los críticos la están masacrando. Yo solo puedo decir que he salido del cine con la sensación de haber visto algo que creía imposible: una adaptación casi perfecta de la obra inadaptable.


