Nunca pensé que escribiría esto, pero creo que me he cansado de Spider-Man.
Salgo del cine tras ver ‘Spider-Man 3’ y la sensación no es de enfado, es de agotamiento. De fatiga. Y me da rabia, porque ‘Spider-Man 2’ es, sencillamente, una de las mejores películas de superhéroes jamás hechas. Pero aquí, Sam Raimi ha perdido el norte.
Y me pregunto si el problema, en parte, no seré yo.
Siempre se ha dicho eso de que «de niño eres fan de Superman, de adolescente te pasas a Spider-Man, y de adulto… de adulto te haces de Batman». Quizá sea eso. Ya no soy un adolescente que se preocupa por si podrá pagar el alquiler o si la chica que le gusta le hará caso. Soy un adulto casado y con un hijo. Los problemas de Peter Parker, que antes eran mi biblia (la «suerte Parker»), ahora me parecen… pequeños.
Y luego está Tobey Maguire.
Me cae mal. No lo puedo explicar, es una de esas cosas irracionales que a veces pasan. Es esa cara perpetua de estar pidiendo perdón, esa incapacidad para transmitir carisma más allá de la torpeza. En las dos primeras funcionaba. Aquí, ya no. Me saca de la película.
Pero los problemas reales no son míos, ni siquiera de Tobey. El problema es la película.
Es un desastre sobrecargado. Raimi ha querido meter con calzador todo lo que los fans (y los productores) pedían. ¿Queríais a Sandman? Tomad a Sandman (visualmente espectacular, pero su historia se diluye). ¿Queríais cerrar lo de Harry Osborn? Tomad al Nuevo Duende (una trama que merecía más espacio). ¿Y queríais a Venom? Pues tomad… esto. Un Venom metido con calzador, sin peso, sin amenaza, un simple trámite para el acto final.
Es imposible que tres villanos (¡cuatro, si contamos al propio Peter!) convivan en una sola película sin que todo parezca un resumen apresurado.
Pero nada, NADA, te prepara para el traje negro.
El simbionte. La gran oportunidad para ver al Peter oscuro, al Spider-Man consumido por el poder. ¿Y qué nos da Raimi? Un flequillo emo. Un paseo por la calle con pistolas de dedos. Y un baile.
El infame baile en el club de jazz.
Es uno de los momentos más vergonzosos que he visto en una sala de cine. Es una escena que rompe por completo cualquier atisbo de drama. Es Raimi intentando hacer comedia (como la genial escena del ascensor en SM2) y estrellándose de forma catastrófica.
Salgo del cine pensando que es una oportunidad perdida. Una trilogía que apuntaba a la perfección y que se ha despeñado en la línea de meta por pura avaricia narrativa. Me he cansado de Spider-Man. O al menos, de este Spider-Man.


