No sé ni cómo empezar a escribir esto. Llevo unas 24 horas casi sin dormir, pegado a la pantalla, y tengo la sensación de que lo que tengo en la Xbox 360 (¡bendita exclusividad temporal de contenido!) no es un videojuego. Es… otra cosa.
Ayer fue el lanzamiento de ‘Grand Theft Auto IV’. Y pasó algo que no había visto en mi vida.
Un videojuego fue la portada de un periódico nacional. No en la sección de cultura, no en un faldón. La portada. El diario Público ha abierto su edición con Niko Bellic.
Repito: la noticia principal de un periódico de información general es un videojuego.

Se acabaron las bromas. Se acabó el «es cosa de niños». Se acabó el nicho. Esto que estamos viviendo es la confirmación definitiva, el puñetazo en la mesa que faltaba: los videojuegos son, hoy por hoy, la mayor industria del entretenimiento del planeta. Más grande que el cine, más grande que la música. Y ‘GTA IV’ es su ‘Ciudadano Kane’ y su ‘Tiburón’ al mismo tiempo: un monstruo de crítica y, sobre todo, de taquilla.
Hablamos de un producto que ha costado 100 millones de dólares (más que la mayoría de superproducciones de Hollywood) y que va a reventar todas las previsiones de ventas. Las colas en las tiendas ayer no eran de «frikis». Eran de todo el mundo.
Y el juego… qué voy a decir del juego.
Apenas he rascado la superficie. He pasado horas y horas y no he hecho más que dar vueltas por Liberty City. Y es abrumador. Es la primera vez que un «sandbox» se siente real. La ciudad no es un decorado de cartón piedra para hacer el cafre. Está viva. La gente reacciona, el tráfico es orgánico, la física de los coches (¡ay, esa física!) es un mundo…
Y la historia. Rockstar ha dejado atrás la caricatura de ‘San Andreas’ (que me encantaba, ojo) y nos ha dado un guion oscuro, adulto, cínico. Niko Bellic es un protagonista con el que (casi) puedes empatizar. Es un inmigrante buscando el «sueño americano» y encontrando la misma basura de la que huía.
No sé si es el «sandbox definitivo», porque esta gente siempre se las arregla para superarse. Pero sí es el primer videojuego que se puede mirar, sin complejos, a la cara con cualquier gran obra del cine o la literatura.
Es un día histórico. Ahora, si me disculpáis, un tipo llamado Vlad me está esperando para un trabajo. Liberty City no se va a conquistar sola.


